miércoles, 17 de agosto de 2011

LOS CELOS Y EL RESENTIMIENTO



Caín asesinó a su hermano porque estaba celoso y resentido (Gn 4.6). Jonás se molestó cuando Dios le ordenó que predicara arrepentimiento a los enemigos de Israel. Pero cuando obedeció, el pueblo de Nínive se arrepintió y se volvió a Dios. Esto irritó aún más a Jonás. Sus ojos no estaban puestos en la voluntad de Dios, sino en sus propios deseos y prejuicios. Se llenó de amargura (Jon 4.1-9) y, lamentablemente, ésta es la última escena que tenemos de su vida, una escena de hostilidad y de frustración.

En el primer capítulo de su carta a la iglesia primitiva, Santiago dice lo siguiente: “Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira no obra la justicia de Dios” (vv. 19, 20). Desde la perspectiva de Dios, la medida de una persona no está en lo que alcanza, o en los logros personales que acumula. Está en su carácter interno, en su fe en Cristo, y en su capacidad para vivir libre de las cosas que pudieran impedirle llegar a ser lo mejor posible.

El enojo es una emoción que puede tener resultados terribles, que nos separa de la comunión con Dios (como sucedió con Jonás), o de los seres que amamos (como ocurrió con caín), asi de esa misma manera nos puede pasar a nosotros, si permitimos que el enojo entre a nuestro corazón dandole más prioridad al enojo que al amor de Dios, que entre comillas es una bomba de tiempo que en cualquier momento explota de una manera desastrosa heriendo a lo que nos rodean. Bendiciones

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