miércoles, 23 de mayo de 2012

HUMANIDAD

“-¿De dónde saca este esta sabiduría y estos milagros? ¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su Madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, saca este todas estas cosas?” San Mateo 13:54-56

Jesucristo después de su bautismo, su prueba de tentación y el inicio de su ministerio en la tierra, regresa a Nazaret en donde se había criado. Cuando llega a la sinagoga y enseña los misterios del Reino, la gente que lo vio crecer y comportarse como un actor social, se maravillan y se sorprenden de que, aquel que es uno de ellos, exprese tal sabiduría. Entonces hacen lo que hacen todos los actores sociales ante un semejante que destaca: le sacan su hoja de vida. ¿Cierto? Identifican a su padre y a lo que se dedica este, recuerdan quien su madre y, uno a uno hacen desfilar a sus hermanos por nombre. Luego, porque así era la costumbre de la época, solo dicen que sus hermanas están entre ellos. Es decir, es de los nuestros, ¿cómo es que habla así? El verso 57 revela el grado de sorpresa que causó: “Y se escandalizaban de él.” Pero, hay algo más, dice el verso 58, “Y no hizo allí muchos milagros debido a la incredulidad de ellos”. Este tema ya lo desarrollamos en una meditación anterior, ¿se recuerdan? Hoy esta experiencia de Jesucristo nos da pie para tocar dos temas, uno que tiene la misma actualidad en nuestro contexto, y el otro que no pierde ni perderá vigencia. El primero es la actitud de los actores sociales, y el otro, muy discutido y enseñado, la humanidad de Jesucristo.

Cuando alguien de la comunidad hace o dice algo bueno, en lugar de elogios recibe críticas y juzgamientos, porque es muy difícil aceptar que un semejante destaque. *La sociedad se alegra más por la caída del famoso que por el triunfo de un amigo.* (Citado por la revista ‘muy interesante’). Los extremos de la mención que hacen de Jesucristo son incluidos con detalle por el autor del primer evangelio y nos permite apreciar el arraigo del Maestro al pueblo de Nazaret en donde creció y el cual originó el epíteto de Nazareno con el que se identifica al Hijo de Dios. Jesús respondió a estas críticas y señalamientos diciendo, “-No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.” Costumbre social, ahora en nuestros tiempos, comandada por los medios de comunicación.

El segundo tema es sustentado por el primero: Jesucristo era considerado un actor social, como cualquiera: tenía un padre que le enseñó su oficio, una madre que era plenamente identificada, y, la relación con cuatro hermanos y un número no determinado de hermanas, que lo presenta como alguien que vivió la experiencia de ser miembro de una familia normal, como tú y como yo. Esto es importante considerarlo, digámoslo en otra forma: Jesucristo, el Dios hecho hombre participó de todas las experiencias de una familia, es decir se desarrolló como humano conviviendo con un padre, una madre y hermanos que lo hicieron entendernos en nuestro papel de simples mortales. Por eso es que cuando se acude al Hijo de Dios para que interceda por nosotros y nos auxilie, podemos estar seguros que Él entiende nuestras necesidades por experiencia propia.

Esta humanidad de Cristo nos abre la mente a una realidad más que trascendental. Como humano pasó todo el proceso para demostrar con ejemplos vividos y prácticos como se actúa de acuerdo a las leyes del Reino, triunfando sobre el pecado, insistimos, como humano. Luego por voluntad propia acepta ser culpado de pecado y juzgado como un criminal y trasgresor de la Ley, pagando por todos nosotros, que sí fracasamos en nuestro intento de cumplir. Entonces, vivió, triunfó y sufrió como humano, como si hubiera fracasado en el cumplimiento de lo mandado por su Padre Dios. Entender esta profundidad nos permite sumergirnos en una de las verdades más impresionantes de la Biblia, apreciando la humildad de Jesucristo y, quitándonos todas las excusas de no caminar como agrada a Dios, por las vicisitudes de ser humano.

Este es tu Señor y Salvador, probado y victorioso, ¿Tienes excusa para no seguirlo?

Oscar Eugenio Dubon Palma

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