jueves, 22 de noviembre de 2012

EL PODER DEL EJEMPLO

Un Capellán, cuentan que se aproximó a un soldado herido en medio del fragor de la batalla y le preguntó

¿Quieres que te lea la Biblia?

Primero dame agua que tengo sed, dijo el herido.

El Capellán le convidó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que no había más agua en kilómetros a la redonda.

¿Ahora? Preguntó de nuevo.

Primero dame de comer, suplicó el herido. El Capellán le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila.

Tengo frío, fue el siguiente clamor, el hombre de Dios se despojó de su abrigo de campaña pese al frío que calaba y cubrió al lesionado.

Ahora sí, le dijo el soldado herido al Capellán.

Háblame de ese Dios que te hizo darme tu última agua, tu último mendrugo de pan, y tu único abrigo. Quiero conocerlo en su bondad.

Reflexión:
Debemos predicar primero con nuestra vida y después aceptarán lo que le predicamos. Si nuestra vida no habla más alto que nuestras palabras no oirán nuestro mensaje.

“No dejes que nadie te considere menos por ser joven. Sé ejemplo para los creyentes en tu hablar, en tu conducta, en amor, en fe y en pureza”. 1ra. Timoteo 4:12

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